The Purge
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Mensaje por Andros Velkan Vie Sep 19, 2014 1:28 am

Un video, como todos los miércoles llegaba un nuevo video en un sobre amarillento sin nada más escrito en el que el nombre del destinatario. Para la jefa de policías Ginevra V. Dashkov. Es lo que rezaba de nuevo aquel paquete que era siempre entregado a la misma hora. En esta ocasión si ella se animaba a ver la serie de imágenes inconexas, aparentemente, que conformaban el video encontraría una agradable sorpresa. En los demás videos había incluido pequeñas imágenes, que no duraban demasiado y parecían un amasijo de desperdicios pero esta vez, por unos dos minutos aproximadamente, se podría apreciar claramente un homicidio.

La escena importante comenzaba cuando la cámara se figaba un calendario en el que todos los días miércoles, la cámara entonces daba un giro vertiginoso y comenzaba escucharse la tonada de la novena sinfonía de Beethoven, lo que ahora veía el espectador eran un par de ganchos de carnicero colgados a baja altura y una mano masculina que pasaba rozándolos juguetonamente como si fuera un niño divirtiéndose con las hojas vacilantes que cuelgan de una rama. La cama hacia un zoom y a lo lejos se distinguía algo maltratado y colgado de uno de los ganchos, había perdido ya su forma por lo que resultaba difícil alcanzar a distinguir que había sido.

Se vuelve a ver aquel molesto giro y por lo que se puede apreciar alguien camina bajado las escaleras de metal, ya que lo único que logra enfocar la cámara son unos tennis bástate sucios con uno que otro agujero. La cámara rueda dejando ver unas cajas al fondo de aquella enorme bodega pero ninguna de las cajas trae marcas que las puedan distinguir. La nueva vista que ofrece la cámara es la de una pequeña, su rostro prácticamente inunda la pantalla, está llorando y la mordaza que le cubre los labios esta manchada con sangre debido al tiempo que la ha llevado puesta, tiene los labios agrietados por falta de agua y su piel ya ha adquirido aquel tono enfermizo que antecede a la muerte.

Los violines resuenan con violencia y la sinfonía corre con el doble de la rapidez. Solo hay dolor y la música parece fundirse a la perfección con este. Gota a gota, lagrima a lágrima. Cuando la música descendía a tonos más graves la cámara dejaba de enfocarse en la victima para pasar a concentrarse en el victimario, nunca le enfocaban de frente solo la espalda o las manos pero era lógico que con eso tendrían más que suficiente para identificarle.

El hombre levantaba un par de ganchos, que blandía de un lado al otro, el primer golpe corto de cuajo la mejilla de la pequeña que no tendría más de once años de edad. El cuerpo de la menor se sacudió con violencia, sus pequeños pies luchaban por alcanzar el suelo pero lo único que conseguía era convertirse en una piñata para los ataques desordenados que su agresor le propinaba. La sangre de la menor manchaba a pinceladas el suelo de cemento, su ejecutor se había tomado las molestias de apartar cualquier estorbo que se pudiera llegar a manchar con su sangre. Dos cortadas más, sumamente profundas, la primera le abrió el muslo derecho llevándose consigo un pedazo del mugroso vestido verde que llevaba puesto, el segundo le rebano el antebrazo dejando al gancho atrapado cuando este toco el hueso.

La pequeña para esos momentos ya está muerta pero aquel hombre no perdió la saña y tras haber sacado el arma en aquel lugar descolgó el cadáver y lo ató firmemente a una mesa, con un cuchillo le abrió el vientre sacándole todas las vísceras que coloco en un cubo, este proceso lento y laborioso la cámara no lo muestra sino que deja ver el producto final. Se ve al hombre vertiendo en donde deberían estar las vísceras nitrógeno líquido para conservar mejor el cuerpo mientras trabajaba en él. La cámara vuelve a perderse y lo único que se aprecia ahora es el cuerpo de la niña, con el rostro tapado, descansando plácidamente en la mesa, no hay manchas de sangre ni nada llamativo. La filmación vuelve a llenarse de imágenes inconexas y agresivas, detrás de la música son perfectamente audibles los jadeos ahogados, los gemidos de excitación y la liberación orgásmica del asesino. Casi al finalizar, en un tono muy bajo, se escucha la voz de la menor preguntando por su madre.

La grabación se corta mostrando en la escena final a una niña, vestida con ropas semejantes a las de una muñeca, su rostro está cubierto por un enorme y bello sombrero que impide verle la cara casi por completo. En su mano derecha tiene una carta en cuyo interior hay una nota que dice así «Dulce infancia» junto con un dulce del mismo tipo de los que ahora conforman sus entrañas, debajo del video hay un subtítulo que dice “Regalo”.
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Mensaje por Ginevra V. Dashkov Lun Sep 22, 2014 2:30 pm


Hogar de Ginevra - Almacén/ 6:20pm

La rubia se encontraba sentada en uno de los mullidos sofás de su casa. Llevaba puesto un pantalón de mezclilla y una sencilla camiseta blanca a medio abotonar, que dejaba al descubierto una parte considerable de su sostén. Tenía calor, es por eso que al lado de la fila interminable de documentos por leer, se encontraba una jarra de jugo de naranja con hielo a la mitad. Traía sus lentes puestos haciendo notas puntuales acerca del testimonio de la hija del senador Meyner, misma que por azares del destino, había sobrevivido a la purga del año anterior sin más armas que sus manos. ¿Que cómo había quedado la hija de tan influyente persona atrapada durante la purga? Marizza había dicho que su amiga y ella habían ido al cine, que se les había hecho tarde y no habían podido ocultarse, sin embargo, alguien las había levantado haciéndolas pasar momentos de verdadero terror. Según lo dicho, la amiga de Marizza había fallecido en el intento de fuga y la pelirroja... bueno, ella logró ver a uno de sus atacantes además de lastimar a otro.

Conforme leía se sentía más atraída a lo que la muchacha había declarado, había detalles tan exactos que si ponía a trabajar a la gente adecuada, podrían encontrar a unos cuantos purgadores para vigilarlos y para poder intervenir en ese maldito club de mala muerte al que jamás la dejaban pasar por órdenes de su líder, mismo que aparecía cada dos párrafos en la declaración acusándolo de ser uno de los perpetradores del homicidio de la amiga de Marizza.

Él, era el dueño de los desvelos de la rubia y el motivo por el que últimamente había bebido tantas tazas de café. Ginevra estaba segura, de que ese hombre de cabellos azabaches, tenía algo que ver con los dos años en que estuvo desaparecida, que era responsable de los crímenes que aún se cometían en aquella ciudad y si no lo estaba, pensaba que quizás podría guiarla hacia los responsables. Andros Sevastián Velkan. Purgador, narcotraficante, proxeneta, asesino, secuestrador y su dolor de cabeza ¿Cuándo sería el momento en el que al fin lo conociera?.

Pegó un brinco en el sofá mientras que los últimos acordes del sonido del timbre desaparecían. Miró la hora en el delicado reloj que adornaba su muñeca. No se había dado cuenta de que había pasado tanto tiempo desde que se había sentado a leer -¡Maldita sea!..- masculló dejando las hojas en el sofá para salir disparada hacia la puerta, la cual abrió de un tiro para encontrarse con nadie ¿Se había tardado tanto tiempo en llegar a la puerta?. Hizo una mueca. Una vez más se le había escapado el "cartero". De su bolsa sacó unos guantes de látex y tomó el sobre del suelo echando un largo vistazo del exterior antes de cerrar y sentarse donde había estado toda la tarde. Sus manos temblaron por unos instantes cuando rasgó el papel metiendo el trozo suelto en una bolsa de evidencia y procedió a poner el video esperando que esta vez, hubiera algo más que mirar que imágenes sin sentido.

Se mantuvo observando detenidamente el contenido. Aquello le ponía los nervios de punta sobre todo porque la bodega que se veía al fondo le parecía extrañamente familiar, sin embargo, algo en la secuencia le hizo ponerse de pie y llevarse las manos a la boca, era algo nuevo y algo atroz, uno de los peores crímenes que podían existir para ella. Una niña, amordazada y violentada, casi muerta. Un escalofrío corrió por su columna, sintiendo aquel resquemor que pensó, ya había dejado en el pasado deslizarse por su cuerpo -¡Bastardo!..- gritó, aunque no en voz alta, apretando los puños por el coraje. Ni siquiera fue consciente del momento en el que se había puesto de rodillas frente al televisor para acariciar la figura de la pequeña a través del cristal -Te voy a encontrar..- musitó con un dejo de dolor en la voz, aquella pequeña era una inocente ¿Por qué los purgadores se empeñaban en hacer su trabajo difícil?.

La pantalla se puso negra y el dvd expulsó el cd. Ginevra lo tomó con cuidado regresándolo al sobre en el que había llegado. Se puso de pie sin darse tiempo de procesar aquello, sabía que si dejaba que sus emociones le gobernaran, todo se iba a ir al carajo. Tomó el celular y habló al único chico en el laboratorio en el que confiaba lo suficiente como para enviarle el nuevo vídeo -David, recibí un nuevo cd, estoy camino a la estación para dejártelo, espero no tener que pedirte que tengas discreción..- dijo poniéndose una blusa más ajustada y que le quedara bien además de una chaqueta de cuero, Tomó las llaves de su motocicleta y antes de montarse, ajustó el cinturón donde portaba su arma. Cuando llegó a la estación, David ya la esperaba. Ginevra ni siquiera se bajó de la moto, sólo le dió el sobre que había llevado resguardado bajo la chaqueta y arrancó de nuevo rumbo al almacén que se veía en el vídeo. Casi podía escuchar la voz del hombre pidiéndole que tuviera prudencia y no fuera al encuentro de lo desconocido, sin embargo, aceleró más. Tenía que encontrar a la niña y hacer pagar al responsable.

Las llantas quemaron cuando Ginevra se detuvo frente al almacén, se bajó dejando el casco asegurado al manubrio y avanzó hacia la entrada del lugar con el arma apuntando hacia enfrente para empezar el reconocimiento del lugar - Yo sé que estás aquí cariño, me guiaste a este lugar, ahora ven y dame la cara ¿Acaso creíste que no te encontraría?..- habló fuerte avanzando con seguridad, estaba con la concentración y la adrenalina al cien -Lamento decirte que te haré pagar todo lo que hiciste..- lanzó de nuevo esperando que el purgador saliera a su encuentro.
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Mensaje por Andros Velkan Sáb Oct 04, 2014 2:12 am

Él la estaba esperando. Era imposible que no viniera, no después de todo aquello que había visto, decían que era una mujer inteligente así que tampoco le sorprendía el hecho de que hubiese llegado finalmente a su salón de exposiciones. Todo se estaba dando de acuerdo a como lo había planeado desde un inicio, se sentía más que feliz por haber llamado su atención.

Estando al tanto de sus movimientos había preparado una exposición digna de la jefa de policías, le mostraría una belleza que seguramente la dejaría sin palabras. Tomó nota mental, debía de agradecerle a su benefactor por abrirle los ojos y mostrarle aquel hermoso ángel destructor, no terminaría de agradecerle ni en un millón de años.

Todo estaba listo y se moría de las ganas por ver la expresión en su rostro cuando viese lo que había dejado para ella, en lo que había trabajado con tanto empeño. Dentro de la bodega se encontraban sus últimas cinco víctimas, cada una de ellas era ahora parte de su exposición de  crítica social. Alineo sus trabajos desde el más antiguo al más nuevo.

El primer cuadro que ella vería era de una pequeña pelirroja que era atravesada por un enorme falo de metal que entraba por su ano y salía por su boca, recordaba a un animal siendo cocinado lentamente a las brasas. La base del falo estaba unida a una figura que representaba la dualidad, hacia la victima miraba el hombre y dándole la espalda la mujer. La cabeza del falo en cambio era una imagen del “tío Sam”. En la base de la exposición había un cartel que rezaba “Familia y política”

La segunda escultura estaba conformada por piezas de diferentes dos diferentes niñas. El trabajo no tenía realmente forma, había cercenado piernas, brazos y cabezas; las piernas y los brazos a su vez se dividían en tres partes. Ninguna parte de la escultura tenía secuencia, por ejemplo la muñeca podía estar pegada al muslo o una pierna. Las cabezas miraban en direcciones opuestas, solo que a diferencia de la anterior, una miraba hacia el cielo bellamente pintado, que cubría como si fuese una cúpula la escultura,  mientras que la otra miraba el infierno. Esta escultura tan rara y perturbadora se llamaba perspectiva.

La tercera escultura es la que se había visto al final del vídeo, la pequeña niña elegantemente vestida y maquillada rellena de dulces en vez de tripas. Tenía un pequeño listón con una lengüeta que invitaba que lo jalaran, de hacerlo la costura del vientre se deshacía y brotaban los dulces.

La cuarta escultura era una adolescente rubia, recostada en una especie de diván, tenía la caja torácica abierta y llena de pintura. Junto a ella se encontraba un enorme pincel cuyas cerdas estaban manchadas con sangre y detrás un mural con la cara de Ginevra pintada con la sangre de la víctima. Esta escultura no tenía nombre pero había dejado una tarjeta y una elegante pluma, nueva, para que fuese ella quien le pusiera el nombre que considerara conveniente.

Pensando en evitarle molestias a su ángel destructor y que ella fuese la primera en ver su trabajo  había colocado un enorme candado y pronto le daría la llave. Un chico al ver llegar a la rubia corrió a su encuentro con una enorme sonrisa en los labios, no tendría más de quince años y era claramente un niño de la calle por sus ropas en mal estado y el cuerpo sucio lleno de cicatrices además que apestaba como si se hubiera revolcado en la mierda.

—Pensé que no llegaría, señorita. Me alegra que lo haya hecho, en verdad ¿Tiene mis diez dólares?— Le pregunto con los ojos brillosos ante la perspectiva de tener algo de dinero en los bolsillos, con ese dinero se podría comprar tantas cosas.— Su amigo me dijo que cuando llegara le diera este sobre y que a cambio me daría diez dólares. No pudo esperarle por más tiempo por eso me encargo que yo le esperara, soy un chico listo y lo sabia por eso me lo encargo.— Le mostró un sobre grueso que pese a seguir cerrado estaba lleno de lodo y tierra, en el claramente se notaban los pequeños dedos del menor que había estado jugando con el e intentando adivinar qué es lo que traía en su interior. Dentro del sobre solo había muchas fotos de la policía, recortes de periódico en su mayoría aunque había también fotos que se habían tomado estando ella desprevenida, junto con papeles en blanco pero lo realmente importante era la llave que abría el candado de la bodega— Me los va a dar ¿Verdad?— Pegó el sobre contra su pecho y extendió la otra mano, la calle le había enseñado a desconfiar y hasta no tener el dinero no entregaría el sobre.
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Mensaje por Ginevra V. Dashkov Lun Oct 20, 2014 2:01 pm

Siguió avanzando por el lugar con creciente recelo, ahí se sentía una vibra extraña, de desesperación, de algo que jamás podría describir pero que había sentido antes; la muerte. La rubia se sacudió la inquietud de encima como cada vez que tenía que realizar una misión importante. Sabía que se había ido a meter a la boca del lobo, pero aquello se había vuelto personal -Vamos cariño, ven conmigo...-musitó sin dejar de avanzar, su voz sonaba dulce y ronca, era como si estuviera llamando a un amante al lecho en lugar de hablarle a un asesino-No tengas miedo...- continuó levantando el arma frente a ella esperando que aquel chico saliera en cualquier momento frente a ella.

En la mente de Gin se fraguaban innumerables planes ¿Qué haría si se lo encontrara? ¿Le dispararía? ¿Esperaría a la purga para atraparlo y hacerlo sufrir? ¿Y sí él la iba a buscar en esos días? Tomó aire negando con la cabeza. Necesitaba enfrentarlo, mirarle a los ojos y saber cómo era su rostro, decirle que no le asustaba, quizás por fin poder arrrestarlo, verlo sometido a las fuerzas de la ley.

Continuó avanzando con el arma en alto hasta la puerta que sabía que la conduciría hacia el interior del almacén. Aquel era un lugar grande y cualquiera que no tuviera conocimiento de la posición de las cosas podría perderse. Eso le dio otra pista, a su criminal le gustaba informarse antes de realizar su jugada. La rubia casi sonrió por aquello, aquel hombre era de cierta manera parecido a ella. Perfeccionista y analítico aunque a veces algo impulsivo ¿Sería esa la razón por la cual había quedado tan enganchada en su juego?. Avanzó hasta la puerta dando un golpe con el puño en la lámina cuando encontró todo cerrado con un candado -¿En serio me trajiste aquí para no mostrarme lo que hiciste?..-refunfuñó.

El sonido de unos pies corriendo le hicieron voltear hacia el origen sin dejar de apuntar el arma preparada para disparar, incluso había cerrado un ojo para tener una mejor perspectiva del objetivo antes de que lograra llegar a ella. El rostro de Ginevra se convirtió en una mueca seria cuando la fuente del ruido se acercó; era un niño -¿Diez dólares?..-frunció el ceño ligeramente confundida y mareada por el aroma que desprendía el pequeño -Mi amigo... ¡oh, claro! ¿Te encuentras bien?..- preguntó amablemente mientras sacaba el billete de su bolsillo, ella esperaba recibir una respuesta que pudiera acercarla más a su criminal, pero por lo visto el pequeño no tenía muchas ganas de hablar, sólo quería el dinero y ya.

Le extendió el billete de diez dólares -¿Por qué no te das una vuelta por Central Park mañana? Te llevaré a comer algo también si me esperas, a las 4 ¿Está bien?..- sonrió tomando el sobre y tomándole una foto discretamente, ese niño tenía información valiosa a pesar de sólo ser un mensajero. El pequeño salió corriendo mascullando algo acerca de comida. De verdad esperaba que se encontrara con ella. Ginevra abrió el sobre con tranquilidad, no sabía lo que iba a encontrar, seguramente sería algo con lo que ella pudiera seguir jugando al gato y al ratón con Andros.

Las fotografías cayeron al suelo cuando vio su rostro impreso en ellas, algunas de las fotos estaban tomadas mientras corría por las mañanas e incluso mientras dormía, como si la persona que las hubiese tomado estuviera postrado en la ventana que daba a su habitación. Se sintió mareada y abrumada. Alguien la estaba vigilando y no se había dado cuenta ¿Cuántas cosas sabría él de ella? ¿Cuántas veces se habrían cruzado en la calle y ella no lo había notado?. La rubia tuvo que sostenerse de uno de los pilares del almacén para no perder el equilibrio, algo andaba mal con eso.

Se pasó la mano por la frente quitando el ligero sudor que perlaba su frente, tenía que continuar avanzando, Andros no podía ganar, no esta vez. Tomó el sobre de nuevo sintiendo que algo se movía, metió la mano encontrándose con la llave que abriría la puerta del almacén -Ya se me hacía muy extraño que me dejaras con el juego a medias..- negó con la cabeza recopilando las fotos del suelo para meterlas al sobre y de ahí a la cinturilla de sus pantalones para no perderlas. Abrió el candado empujando con fuerza la pesada puerta, levantó el arma una vez más para protegerse, pero su Beretta no la protegía con lo que estaba frente a ella.

Sus cejas se levantaron con sorpresa, en el vídeo había visto que era una niña, no que había más víctimas ¿Qué se supone que haría ahora? ¿Cómo vería de frente a la familia de aquellos inocentes para informarles del deceso de sus hermanas, hijas y madres? Estaba horrorizada, pero también tenía una sensación de fascinación por la forma en como trabajaba la mente del victimario, suponía que tuvo que haber estado intentando decirle algo para que tuviera esa presentación y por increíble que pareciera, aquel lugar no olía a otra cosa que no fuera a flores de cerezo.

Tomó fotografías de cada detalle que le pareciese importante y conforme las tomaba, las enviaba a la base de datos de su computadora en su trabajo para documentar la evidencia. Se puso guantes de latex para no contaminar el lugar con sus huellas, sin embargo, toda máscara de fortaleza se vino abajo cuando vio a la niña rellena de dulces -¡Oh Dios!..- dio un paso atrás. Levantó la vista a la pared manchada, pero al tomar perspectiva desde su nuevo lugar, podía distinguirse algo que le quitaba las dudas en cuanto a si estaban jugando o no, aquello se había vuelto algo personal y a pesar de que era una mujer fuerte, no pudo evitar soltar un grito ahogado y llevarse las manos a la boca. Su rostro estaba pintado con sangre y la mueca de la pintura mostraba una Ginevra sonriente pero con una mirada oscura y desafiante.

-Esto es retorcido, incluso para tí..- pronunció dándose cuenta de que en una de las mesas había otro cuerpo que era usado como recipiente de pintura, se acercó a ella tomando fotos como había hecho anteriormente, su cuerpo temblaba igual que su manos al tomar la pluma y el papel en el cual escribió la palabra "muéstrate" con su elegante caligrafía -¿Qué quieres de mí?..-preguntó al aire insistiendo también con ello a que se mostrara, no le gustaba sentirse como peón de ajedrez, pero si quería jugar, tendría que saber quién era su rival.
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