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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Sáb Sep 20, 2014 5:28 pm

Era la noche más cerrada de todas, sin Luna ni estrellas, con cielo encapotado y nublado. Ya era bastante tarde y todo el barrio bajo donde se alzaba aquella vieja casa en el Bronx parecía estar extrañamente tranquilo. Pero era una tranquilidad artificial. Era la tranquilidad impuesta por el miedo. El miedo que imponían los matones de Nathan Rothschilde.
Naturalmente el joven no vivía allí. Su residencia estaba bastante más lejos, en un cómodo penthouse en la zona más rica y acaudalada de la ciudad, por Manhattan. Allí era la base de operaciones predilecta de su pandilla. Tenían toda la casa para ellos solos y, prácticamente casi todo el barrio. Los efectos que podían hacer unos cuantos balazos, unas piernas rotas, violaciones y asesinatos a sangre fría de la forma más cruel y dolorosa posible... ¡Así se lograba el orden! Era como vivir en una Purga constante, puesto que la policía estaba bien comprada. Aunque claro, él y sus muchachos siempre debían ser lo más discretos que se pudiera. Un punto negativo que no podía compararse con la Purga, pero bueno.

Los gritos y gemidos se escuchaban con suficiente fuerza en uno de los corredores del edificio, exactamente tras la puerta donde estaba la habitación de Rothschilde. Y allí estaba él, desnudo, montado sobre una muchacha, a la cual estaba follando de manera intensa, perversa. Ella gemía, lo disfrutaba y lo gozaba. Era una adicta. Una adicta que había ido a pedirle ayuda con respecto a unos matones de otra familia que habían ido a amenazar a su familia, quería que Nate impusiese orden y se hiciera cargo de los matones. Lo único que le prometió Nate era que la libraría de sus problemas, claro solo a cambio de que se acostara con él.
Pero había una condición de ese "acostarse" con él, que la chica no había contemplado. Nate tenía un cuchillo en mano y el cuerpo de ella estaba cubierto de heridas alargadas y cortes sangrantes, no muy profundos y dañinos, pero si excitantes. El dolor de los cortes se mezclaba con el placer de las embestidas salvajes.
Nate sentía como las ganas se acumulaban en su entrepierna, como se acercaba cada vez mas y mas al climax. Siguio penetrandola, lo hacía con violencia y furia... Y en ese momento, cuando ya no pudo contenerse casi. Alzó el cuchillo una vez más... Pero ahora lo clavó profundamente en su pecho a lo cual ella respondió sobresaltada con un grito de tremendo dolor y quiso zafarse. Pero Nate no se lo permitió, sencillamente siguió clavándole el cuchillo, apuñalándola una y otra vez mientras la sangre manaba a borbotones y él se corría abundantemente en su vagina, inundándola con su blanca y espesa simiente. Por fin, la joven dejó de resistirse y la luz de la vida escapó de sus ojos.

Nate se retiró de su interior y dejó el cuchillo a un lado. Su cuerpo musculoso y trabajado también estaba ensangrentado, producto de las heridas de la otra chica que lo habían empapado. Ni siquiera se molestó en limpiarse. Su miembro seguía goteando restos de su semen. Joder, la había pasado soberanamente bien. Y había hecho la buena acción de "liberar" a la chica de sus problemas. La vida de la familia de esa le daba exactamente lo mismo. Eran unos pobres desgraciados que no tenían ni un centavo partido al medio. No podían hacer nada por su querida hijita y, si lo intentaban tendrían encima a unos matones que no presionaban como los de los otros, sino que los dañarían a la mínima oportunidad. Había saciado su sed de sangre al "liberar" a la chica. Ahora tendría que sacarla antes de que comenzase a apestar. Pero todavía tenía apetito de "carne", aunque ya habría tiempo para saciarlo. Se dirigió hasta un armario de la habitación y se puso una bata negra encima, ajustándose bien para que no se le viera demasiado debajo de la cintura. Pero sobre su torso, el centro de la bata estaba algo abierto y dejaba ver parte de sus pectorales trabajados, rojos por la sangre.
Salió del cuarto y allí vio a uno de sus hombres, Maynard, ese era fuerte y obedecería lo que él pedía sin preguntas:
- Tira a la chica en algún lado. Yo que sé. No quiero que termine apestando y dándole mal olor a mi cuarto aquí. - se encogió de hombros y luego se dirigió hasta la cocina, al llegar hasta el lugar, abrió la nevera y se sirvió Coca Cola en un vaso mientras tomaba unos sandwiches que habían sobrado de la cena de la noche, todo lo hacía mientras silbaba tranquilamente, como si recién hubiese salido de una situación que cualquier persona en el mundo vería completamente normal.
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Mensaje por Angee C. Myeers Sáb Sep 20, 2014 6:10 pm


— Viernes — 10:00 PM
El tacto es el arte de hacer un punto sin necesidad de hacer un enemigo, y ella lo sabía.



No era la primera vez que se encontraba en aquella situación, Connie como sus más íntimos amigos la conocían era la típica mujer en busca de aventuras, pero no esas aventuras que busca la gente en general, las suyas solían ser un poco más creativas. Terminó de vestirse, acorde para el momento, no era la primera vez que había sido llamada para entrar a una banda, conocía el sistema de la zona, se había retirado porque sencillamente no encajaba en ellas. Se subió los pantalones de cuero escondiendo el liguero y la tanga roja, sabía también que a su posible jefe no le interesaran de antemano sus capacidades,  si no sus dos razones delanteras, sonrió cerrándose la ajustada chaqueta marcando toda su figura, dejaba demasiado a la imaginación, como a ella le gustaba.

Releyó el mensaje en su teléfono móvil, Nik había conseguido un negocio para ella, o al menos una oportunidad para que su jefe la viera, estaba segura que él no había mencionado el sexo del posible miembro de la banda, de lo contrario la cita hubiese sido concertada mucho antes, se rió sabiendo que esperaban un hombre fornido, vulgar, ex convicto dispuesto a trabajar para saciar su sed de sangre. Se colocó aquello zapatos de tacón negro que tanto le gustaban, causaría una buena impresión, en más de un aspecto.

Tomó el arma, la cargo y la guardo en el inferior de sus botines de tacón. Hizo lo mismo con los cuchillos ocultándolos de la vista y salió del apartamento camino a encontrarse con lo que podría ser un nuevo comienzo. Se colocó el casco; subió a la motocicleta y encendió recorriendo la carretera cercana a la costa rumbo a la dirección que su antiguo amigo le había otorgado, una oportunidad de acercarse a al purga.  

Paró frente a la casa, detallándola, amplia. Allí estaba Nick, en la puerta, azorado, miro hacía ambos lados hasta encontrase con la motocicleta, se acercó.- Connie, tengo que decirte… no sabe que eres una chica -se rió ante la seriedad con la que él hombre hablaba, como si estuviese a punto de arrepentirse por haberle llevado a aquel lugar.- ¿Cuándo te he decepcionado, querido? –el negó, lo sabía, ella impresionaba a cualquier sicario, sin importar el machismo que pudiese albergar en él.

Se bajó de la moto siguiéndolo, al interior de la casa, estaba oscuro, él le pidió que no se quitara el casco, se encogió de hombros y continuó, atrajo la mirada de muchos de los posibles integrantes del negocio, sus senos se veían a kilómetros de distancia, le resultaba ridícula la idea de conservar el casco, pero tampoco era necesario caer en una discusión con el hombre por ello. Le hizo ademan de que entrase a la última de las habitaciones, en el interior del casco rodo los ojos sabiendo con lo que se encontraría, abrió la puerta y se sorprendió al ver un escritorio al fondo, no era más que una elegante oficina, sonrió burlona recordando sus primeras visitas a las oficinas de recursos humanos de algunas empresas.

Quítate el casco, vendrá enseguida –asentí y espere a que cerrara la puerta, mantuve el casco en su lugar después de todo era más divertido mirar la cara de sorpresa que podría llevarse el hombre, escuchó como la puerta se abrió, aquellas pisadas no eran las de su amigo, giró el rostro recostada aun del sofá, un hombre de traje, rubio y apuesto había cruzado la puerta, clavando sus ojos en el brillante casco con el que se había encontrado, Connie se levantó con sutileza, estirando su mano cubierta también por los oscuros guantes, el hombre la mirada de arriba abajo, tras el casco ella sonreía, él no sería un sacrificio. El hombre atravesó la sala, ubicándose al otro lado de la oficina, aún contemplando lo que tenía frente si, arrimó la silla y se sentó recostando sus fornidos brazos del escritorio, ella lo imitó, se sentó cruzando las piernas y los brazos, esperando que tendría él para ofrecerle.
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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Sáb Sep 20, 2014 7:12 pm

Mientras él estaba dando cuenta de su tentempié post-sexual, la puerta de la cocina se abrió y un hombre entró haciendole una inclinación con la cabeza en señal de respeto. Nathan bebió un sorbo de Coca Cola mientras miraba fijo al recién llegado, esperando que comenzase a hablar.
- Señor, Nicholas vino. Y trajo al nuevo aspirante.
Nathan arqueó una ceja. Aunque cada día se veía obligado a ver un montón de aspirantes a estar en su banda (y a rechazar a muchos por ser sencillamente demasiado estúpidos como para seguir simples órdenes de manera adecuada), esperaba que Nick ésta vez le trajese algo como la gente. Si veía a algún idiota insolente que le obligase a arrancarle los dedos (cosa que ha pasado) probablemente el reclutador también terminaría sin dedos, y quizá sin lengua y sin polla. Suspiró un poco para asentir con la cabeza y decirle:
- Por supuesto. Me cambio y voy enseguida.
Se levantó de la mesa y salió de la cocina una vez que el hombre también hubo salido. Se dirigió hacia su cuarto y vio con satisfacción que el cuerpo había sido removido de su cama. Muy bien. Abrió el armario y se vistió pronto, aunque antes procuró lavarse y secarse un poco el cuerpo. Se puso un traje negro con una camisa blanca y corbata también negra y entonces salió del cuarto. Recibiría al chico nuevo en la oficina que tenía para esos menesteres y sabía bien que lo habrían llevado allí.

Entró al lugar y entonces se dio cuenta de que allí estaba el nuevo. Vistiendo, extrañamente un casco de motociclista. Arqueó una ceja al ver ésta anomalía. Siguió caminando para después, sentarse del otro lado del escritorio y dirigirle una mirada que repasó de pies a cabeza. Si ese era un chico, entonces él era la Reina de Inglaterra. Esos pechos no eran de hombre. Eran un buen par de tetas turgentes que se notaban por encima de la ropa. Era, indudablemente, una mujer. No creía que el estúpido de Nick fuese a llevarle algo raro como un transexual como para quedar engañado por esas curvas. Así que, definitivamente, debía ser una mujer.
Y eso lo llevó a preguntarse... ¿Una mujer? ¿Y por qué demonios una mujer había de buscar trabajo en su banda? Lo cierto era que Nathan estaba algo perplejo, aunque no lo demostrase. Miró a la mujer de arriba abajo nuevamente para después mencionarle con tranquilidad.
- Quítate el casco. Con esas tetas que se te notan bajo el cuero, ya me di cuenta de sobra que eres una chica. - cuando ella lo hizo y el rostro quedó al descubierto. Nate arqueó una ceja. La muchacha era hermosa. Muy hermosa. Probablemente fuese una de las chicas que más había llamado su atención al verla así. Esos grandes ojos, esos cabellos que eran como hebras de oro, esos labios. Apostaba todos sus dólares que, con esa boca, sería excelente mamadora. No mencionó nada, pero luego agregó:
- Mi nombre es Nathan Rothschild. Y me sorprende que Nick haya traído a una chica. Eres amiga de él, ¿cierto?- preguntó para después entrelazar sus manos mienras la observaba más detenidamente.- Nick me dijo que eras muy buena con las armas y que no tendrías ningún inconveniente en matar a quien te digan. Necesito buenos asesinos. La gente de hoy día viene muy hipócrita últimamente. Les tiembla la mano al disparar, se le iluminan los ojos de lágrimas al clavar un cuchillo. De lo peor. Pero espero que Nicholas no me haya engañado con las esperanzas que me hizo depositar en ti. Sabes usar el arma y el cuchillo, según él y no dudas al hacerlo... ¿Qué otras habilidades posees? Y, según tú ¿en que me serían útiles? Supongo que Nick te habrá contado al respecto de la banda todo lo posible.
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Mensaje por Angee C. Myeers Sáb Sep 20, 2014 7:47 pm

Sabía perfectamente que ese rostro lo haría dudar de sus habilidades como mercenaria, imagino que él debía preguntarse porque deseaba estar allí cuando debía tener las puertas abiertas en cualquier bar que quisiese trabajar, y ese era precisamente el error que todos cometían con ella, para ella matar no era un trabajo, era un hobbie, un arte, una dedicación, o cualquier otro adjetivo que se quisiese agrergar.

Escuchó sin interrumpir al hombre, aquello le recordaba a su entrenamiento militar, había salido con la baja a temprana edad por haber asesinado a su escuadrón, creyeron que estaba loca, o algo parecido. Asintió.- Soy Angee Myeers y está en lo correcto, Nick y yo nos conocimos en un reformatorio, entre allí a los 16 años, luego de obtener la baja militar al haber asesinado a todo un escuadrón. –se acomodó el cabello, clavando los ojos en el hombre. Se humedeció los labios con los ojos clavado en los ajenos, aquel rubio era definitivamente el que mandaba, capaz de atraer a cualquier mujer, inclusive a ella, lo que él no sabía era que caer en su cama podía ser lo mejor y lo peor que le sucediera en la historia- Entiendo perfectamente lo que está diciendo, le diré las razones por las que Nick se arriesgó a traerme aquí. No necesito que usted me confirme que le impresiona que una mujer, y una mujer como yo desee trabajar aquí cuando podría hacerlo en cualquier lugar, y una vez más está en lo correcto. He escuchado mucho acerca de usted, no es un secreto que es uno de los delincuentes más grandes de los estados unidos, pero no es ni su belleza, ni su fortuna lo que me trae a usted, es su manera de ver la vida. .

Miró los objetos que reposaban sobre el escritorio, se notaba a simple vista que él era un hombre meticuloso, ordenado y desconfiado, por supuesto, un hombre capaz de apresar a cualquier mujer entre sus sábanas- Nick se ha ocupado de hablarle acerca de las cosas que se hacer, y creo que eso no es lo más valioso en una persona, verá, las habilidades se desarrollan con el tiempo, la práctica y la disciplina, pero lo que mantenemos aquí- senañala su cabeza- es lo que nos hace diferentes. Al entrar pude darme cuenta de que está rodeado de hombres fornidos, que seguramente poseen habilidades útiles para usted, pero desde mi punto de vista no son más que eso, y este es un negocio que necesita de visionarios y comprometidos, y son esas precisamente las cualidades más importantes que usted encontrará.

Se acomodó un poco en la silla, para estar más cómoda- Consigo todo lo que me propongo señor Rothschilde, como posiblemente lo harán todos esos hombres que están a su lado y todos a los que usted ha citado, la diferencia es que en el momento en que ellos encuentren un obstáculo simplemente tomaran un camino diferente, yo apuñalare en el corazón de todo aquello que me estorbe. –Se levanto recorriendo la habitación, permitiendo que él la contemplara por completo, ella admiraba su belleza intelectual, y detestaba pensar que no habían hombres como ella, con aquella visión- Tampoco lo hago por el dinero, como seguro lo hacen muchos de ellos, poseo antros, dinero, y mis negocios independientes, estoy aquí por porque considero que usted necesita una persona con sus mismos ideales, alguien para quien matar no sea un trabajo, ni una carga, alguien que lo disfrute, quien haga de ello un arte. ¿Qué me diferencia a mí de sus hombres o cual es razón por la que yo debería quedarme?, sencilla, yo disfruto lo que hago, ellos no. –volvió a sentarse, el paseo no había sido más que una muestra de lo que era por fuera, sus pensamientos los estaba exponiendo, no para convencerlo, si no para fascinarlo por la belleza de que una mujer viese la vida de la misma forma que él lo hacía.
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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Sáb Sep 20, 2014 10:41 pm

Nathan se mantuvo en completo silencio, con los codos sobre el escritorio y las manos entrelazadas, debajo de su mentón. Escuchó todas y cada una de las palabras que la mujer, Angee Myeers tenía para decirle. Y sus razones le sonaban bastante sensatas. Obviamente, no a cualquier persona le sonarían así, después de todo, Myeers estaba admitiendo a viva voz que le encantaba matar gente. Eso, para los cánones de normalidad, obviamente no tenía nada de normal. Y eso lo celebraba. Lo normal y lo "sano" era tan jodidamente aburrido. Sonrió con las palabras de ella. Si gozaba tanto con la muerte y el sufrimiento ajenos, al punto de no interesarle demasiado la cantidad de la paga... Es que era precisamente la clase de persona que buscaba. Nathan estaba cansado de los tipos que se hacían los rudos y tenían una actitud donde parecieran llevarse al mundo por delante, pero que dudaban al asesinar a sangre fría a un niño, o que lo miraban con resentimiento cuando les pedía que torturasen a una mujer. Esas eran las clases de cosas que tenía que hacer él por mano propia, en la mayoría de las ocasiones. Si Angee era tan como decía, eso significaba que se iban a llevar endemoniadamente bien. Sonrió de costado ante este pensamiento.

También la examinó con detenimiento cuando se levantó de la silla y dio ese paseo por la sala. Vaya, vaya... Evidentemente no solo era todo lo que estaba contándole, sino que tenía un cuerpazo de ensueño, eso se veía a leguas. Cuanta sensualidad junta en una sola mujer. Además, aparte de ser una belleza física, era inteligente. Muy inteligente y fue esa la primera vez que vio a una mujer con la cual podía pensar "Nathan Rothschilde, ésta mujer es peligrosa. Mucho. Cometerías un grave error si no la contratases". La mayoría de las mujeres que tenía en la banda, "empleadas" por así decirlo, eran prostitutas. Prostitutas que en su mayoría trabajaban por las calles del Bronx y le daban buena parte de lo recaudado a él. Había, por supuesto, algunas prostitutas VIP con las que tenía contacto, laboraban en Manhattan y ganaban cifras astronómicamente superiores a las del Bronx, pero eran contadas. Pero a esas además les cobraba en especie y se las follaba gratis. Claro, no les hacía daño como a la pobre infeliz de hoy, porque lo cierto es que eran demasiado valiosas como para perderlas así como así. Matar a una de esas tipas era como clausurar una mina de oro. Solo habló cuando ella volvió a tomar asiento. Y al hablar, exhibía una sonrisa, la más atractiva y encantadora que sus finos y sensuales labios podían conjurar en ese momento.
- Tus palabras son muy elocuentes, Angee. - detestaba el formalismo y más cuando se supone que él sería el jefe y estaba en derecho de tutearla si así lo deseaba. - Esclarecedoras y ciertas, además. La gente con visión y capacidad es, generalmente, escasa. Y siempre es una buena idea tener a alguien de esas características entre mis filas. Por supuesto que si. - se llevó una mano al mentón, frotándoselo de manera pensativa. Y en ese momento apartó sus dedos y los miró. Las yemas estaban impregnadas de rojo. Sin duda en esa zona había fallado un poco al limpiarse y había quedado algo de sangre de su víctima de hoy. Sonrió un poco al ver la sangre en los dedos para decirle:
- Es muy interesante el sentir el tener poder sobre la vida de otra persona... Tenerla a merced de uno.- reflexionó - Es casi hasta... excitante podría decirse. - todos los recuerdos de lo sucedido hace un par de horas vinieron a su mente. Todo tan placentero, incluso el momento del asesinato de la tipa. Todo tan jodidamente excitante, tanto que no pudo evitar tener una erección por debajo de la mesa.
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Mensaje por Angee C. Myeers Dom Sep 21, 2014 1:27 am

Sabía que aquello no era más que la antesala, no podría conocer mucho acerca de ella, el nombre bajo el que reposaban todos los crímenes de su autoría era Connie, y su cara no podía ser adjudicada a ninguno de ellos ni de casualidad.- ¿Sabe que es lo que me resulta más interesante, Nathan?, sentir como el corazón se desacelera, como los pulmones comienzan a dar los últimos movimientos, como el brillo de la vida se va desapareciendo de los ojos de cada víctima, pero como todo lo bueno, dura poco, por eso me temo que debo hacerlo con cierta frecuencia.

No podía evitar recorrer el cuerpo del hombre con sus ojos, un rubio de ojos claros, fornido, elegante, bien puesto llamaba más que su atención, llamaba a su sexo. Se levantó de su asiento acercándose a él, se interpuso entre él y el escritorio sentándose sobre aquel, tal cual como lo haría una colegiala. Llevó las manos al cierre de su chaqueta de cuero y lo abrió poco a poco, dejándole ver sus senos, no llevaba camiseta, ni sujetador, usualmente no le gustaba cargar ninguna prenda bajo su traje de cuero que no fuese un hilo y su liguero.- Con estas razones consigo todo lo que mis palabras no obtienen, y cuando estas no resultan –murmuró mientras se las acariciaba- entonces recurro a un cuchillo, un bisturí, una pistola, y por supuesto mi preferida, un hacha.-Los ojos del hombre se perdieron entre ellas, le gustaba que la admirasen, y sabía a la perfección que lo llevaría a tocarlas, y ella no se opondría.

El hombre se levanto, acercándose a ella, pero fueron interrumpidos cuando la puerta se abrió de par en par y fue atravesada por una mujer que llevaba algo como un disfraz de colegiala, desde donde Connie estaba podía ver sus bellos púbicos, sonrió rodando los ojos, aquella debía ser la mujer de turno del rubio, se bajó del escritorio antes de que el hombre reaccionara, rozando sus senos con el pecho ajeno, se giro notando con la mujer clava los ojos en ellos, su expresión se tornaba cada vez más seria- Descuida cachorra, todavía no me las había besado -camino en dirección a la mujer dándole la espalda al hombre, camino un poco más hasta la puerta cerrándola, hecho cerrojo para asegurarse de que el incidente no se repitiese.- Me imagino que eres o deseas ser la mujer de Nathan, ¿no? –sonrió cuando la mujer asintió- Ahora, me imagino que te preguntas como se enamora a un hombre como él, ¿no es así? –la mujer asintió de nuevo sin apartar la molestia de su rostro, Connie sonrió ante aquella entrada- Ahora dime, ¿Harías cualquier cosa por enamorarlo, la que fuera? –la rubia con los senos descubiertos se acarició el cabello con suavidad mirando a la castaña a los ojos, asintió la mujer por tercera vez- Entonces te enseñaré como se hace, para que de una vez por todas, te ganes su corazón. –se acercó a la mujer por la espalda, colocó sus manos en los hombros ajenos, subió uno de ellos para acariciar su cuello- Primero tienes que relajarte, preciosa, debes aprender como se trata a un hombre como ese, no se trata de ofrecer sexo, eso hacen todas, se debe ofrecer un servicio más completo, ¿comprendes? –ella asintió de nuevo, sin moverse más de lo debido.

Bajó los tirantes del sujetador que llevaba aquella mujer como camisa, desabrocho la parte trasera y descubrió los pechos ajenos, clavó los ojos en el hombre, esperando que entendiera cada uno de sus movimientos, dudaba que fuera tan preciso aquella mentalidad era complicada de recrear, la forma en la que Connie concebía cada detalle era diferente una de otras, comenzó a acariciarlos frente al hombre, para que no perdiese detalle, podía sentir la tensión de la mujer- Regla número uno: haces cualquier cosa por hacer que su pene explote -se humedece los labios sin apartar la mirada del ajeno, comenzó a descender sus manos por el abdomen de la mujer, acariciándola.- Regla número dos; si lo que haces no te gusta, no importa, haces que te guste, al punto en el que tu vagina esté más húmeda que la primera vez que te tocó el chico que te ponía a mil –continuó el recorrido hasta encontrarse en el borde de la falda, la mujer hizo ademan de quitársela pero la rubia negó- Tercera regla; no seas tan fácil, cuando se ha visto todo termina siendo aburrido, igual que cuando las cosas son demasiado directas –la arrimó hacía el escritorio y le indicó que se sentara, le separó las piernas al nivel que consideró necesario y comenzó a acariciar el muslo ajeno, notando la incomodidad en el rostro de la mujer, fingió reprenderla con la mirada por su mala aceptación de aquello consejos que le serían tan útiles, pero realmente le encantaba la idea de que estuviese odiándolo, miró a los hombres a los ojos- No intervengas, tengo mucho que mostrarte.
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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Dom Sep 21, 2014 2:48 am

Nathan escuchó las siguientes palabras que ella le dirigió. Y sonrió deleitado con estas. Evidentemente, Angee compartía bastante bien la base de sus pensamientos, donde lo único que tenía verdadera importancia era el placer propio, aunque ese se basase precisamente en el sufrimiento ajeno.
Por un momento, Nathan se dijo a sí mismo que había sido bastante estúpido el desconfiar en el criterio de Nick. Al menos con Myeers si le había entregado algo de buena calidad, eso se veía a kilómetros. Si... Si Angee se desempeñaba tan bien como presumía, evidentemente, debería premiar al hombre por haberle llevado tan buena prospecta de recluta. Si, definitivamente iban a hacer muy buenas migas, si despreciaba la vida ajena del modo en que lo hacía.

Entonces vio nuevamente como Angee se incorporaba de vuelta y marchaba a donde estaba él, pero ahora sentándose en el regazo de tal manera que quedase justo sobre su entrepierna. Arqueó una ceja al verla tan cerca, como tratando de dilucidar sus intenciones, intenciones que fueron más que esclarecidas cuando ella comenzó a bajarse la cremallera de la chaqueta de cuero revelando que... No llevaba nada por debajo. Y sus pechos, un par de turgentes montículos de carne que resultaban tremendamente eróticos y excitantes para él quedaron completamente al descubierto.
- Son buenas razones.- mencionó el rubio con una sonrisa de oreja a oreja - Hasta excelentes razones, me atrevería a decir.- y lo eran. Vaya sí que lo eran. No se había equivocado cuando en un primer momento, al verla aún con la chaqueta puesta, pensó que ella tenía unas tetas geniales. Lo eran. Eran más que geniales. En un momento, Rothschilde alzó las manos y terminó cerrándolas en torno a los senos de la muchacha, sintiendo su calidez, su turgencia, lo deliciosos que se notaban al tacto.

Pero entonces la puerta se abrió y una muchacha con un traje de colegiala entró. Era joven. Muy joven.Una muchachita de unos diecisiete años, o sea nueve años menor que el rubio. Ejercía como prostituta y era una de las pocas excepciones de prostitutas de "baja calidad" que Nathan había follado. Pero no solo eso, sino que en su caso, le había tomado el suficiente aprecio como para ponerla bajo su "protección". La chica, que se llamaba Katherine, pasó de andar ofreciéndose abiertamente en los oscuros callejones del Bronx a ofrecerse sutilmente en las reuniones de ricos y las grandes cenas de personalidades en Manhattan.
Pero, evidentemente, Katherine había confundido este aprecio con algo más y siempre buscaba complacer a Nathan en todo. Según se había enterado el rubio, lo hacía porque tenía la remota esperanza de que, tal vez, así él se enamoraría de ella... ¿Enamorarse? ¡Ja! La sola idea le causaba gracia. Y cuando Angee se apartó de él para recibir a la recién llegada y le preguntó si lo que quería era enamorarlo y ella afirmó, lo único que pudo hacer Rothschilde fue rodar los ojos en señal de hastío.

Pero entonces Angee intervino y mencionó que le enseñaría como "enamorarlo" ¿Había oído bien? ¿Cómo sería eso? Sea lo que fuere, Rothschilde se sentía impaciente por presenciarlo.
Ella terminó por acercarse a Kath y empezar a meterle mano, a jugar con su cuerpo y además de esto, comenzó a quitarle la ropa, primero se deshizo de la parte de arriba, dejando que los pechos de ella también quedasen libres. La mera imagen se le hacía excitante. Ahora él se encontraba como un espectador en una maravillosa obra donde Angee y Katherine eran las actrices. Myeers siguió manoseando y tocando a la chica y dándole consejos con respecto a la seducción y al como "conquistar su corazón". Dudaba que Katherine lograse conquistar su corazón, pero si seguía los consejos de Angee lo más seguro es que terminase conquistando su pene... Porque joder, oh vaya imagen más caliente.
Se relamió con lujuria cuando Angee acercó a la otra al escritorio y le hizo abrir las piernas, separando los muslos. Nathan se veía tentado a participar de aquella situación, pero no tenía que hacerlo, tenía curiosidad por ver que tramaba Myeers por ende cuando ella le pidió que no interviniese, Rothschilde hubo de recurrir a todo su autocontrol, pero lo logró. Solamente entrelazó sus manos otra vez mientras sus ojos verdes estaban clavados en la escena, observándola con la mayor y más suma atención.
- Estoy esperando a ver todas esas maravillosas cosas que tiene para mostrarme. - mencionó, mordiéndose el labio inferior.
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Mensaje por Angee C. Myeers Dom Sep 21, 2014 3:39 am

Rió, él no tenía la menor idea de quién era exactamente Angee Cornelia Myeers, y era precisamente eso lo que a ella le agradaba más, a penas estaba descubriendo un poco de cómo pensaba, sabía perfectamente que aún no había entendido de que se trataba todo aquello. Continuó con las caricias en los muslos de la mujer, como si se acariciase los suyos, la incomodidad era algo que al igual que el amor no se podía ocultar, en ella eran evidentes ambas cosas, miraba a Nathan como la entrepierna de él aumentaba de tamaño considerablemente, mientras que la piel de la mujer se tensaba con cada ascenso de la mano de la rubia, ¿acaso no había sido tocada por ninguna otra mujer antes?, que poca imaginación tenían los hombres de ahora que lo único que sabían hacer con una puta era meterle la polla hasta el fondo. Subió las caricias hasta notar que la incomodidad de la mujer era casi insostenible,  se encontró con los ojos de la castaña, le suplicaban que parase, y entonces ella la acarició directamente en la vagina, como solo una mujer sabe tocar, comenzó por los alrededores, sintiendo las palpitaciones de esta, sabía bien que por mucho asco que pudiese tener se excitaría y por ende lubricaría, sería como si estuviese violándola con su consentimiento y su remordimiento, continuó tocándola así, indirectamente, acercándose cada vez más a la zona, tocando los labios mayores, luego los menores y por último rozando lo más sutil que podía la entrada de la vagina, en ese momento la castaña ya había soltado apenada unos cuantos gemidos.

Vas muy bien cachorra, pero ahora necesito que pongas un poco más de creatividad a la cosa, no puedo hacerlo todo yo. -la mujer asintió mirándola a los ojos, sin saber qué hacer, Angee escondió la cara tras la mujer rodando los ojos, por eso jamás eran más que prostitutas, haló del cabello ajeno con fuerza, haciendo que la mujer saliese del trance, gimió un poco asustada-  A hombres como este le gustan mujeres que piensen, querida –la mujer titubeo un par de palabras sin sentido mientras la rubia volvia la mano a la cabeza esta vez para acariciarla- Tranquila cachorra, te guiaré –sintió la tranquilidad en los ojos de la castaña, se acercó al asiento donde estaba al principió, busco en su cartera una cuchillo de caza que solía llevar con ello y lo acerco hasta la mujer mostrándoselo, la impresión en los ojos ajenos fue como darle una mordida a un pastel que se ansiaba comer, trato de enderezarse rápidamente a lo que Angee negó acomodándola con una sola mano, le ofreció el cuchillo, la ayudó a tomarlo de la hoja-  No te asustes, te gustará, lo prometo, después de todo, harías cualquier cosa por el corazón de éste rubio, ¿no? –la mujer más calmada asintió una vez más, la rubia rió, niñas tontas, ¿Cómo confiaban en una mujer que tenía los senos al desnudo para el hombre al que querían cortejar?, se encogió de hombros, en aquel momento nada de eso le interesaba.

Quiero que subas los pies al escritorio y le muestres a Nathan lo húmeda que estás gracias a mis caricias –la mujer sin titubear lo hizo, colocó ambos pies arriba y dejó su vagina al descubierto, la rubia tomó la mano de su víctima y la llevo a la vagina, para ayudarla a introducirse poco a poco el mango del cuchillo-  Ahora vas a masturbarte con el arma para él, cachorra –la mujer clavo los ojos en la rubia como si estuviese loca, y estaba en lo cierto, la salud mental de Angee era incierta, pero estaba entre los gustos del caballero, sonrió mirando el disgusto en los ojos ajenos, le excitaba que aquella mujer estuviese torturándose ella misma, después de todo sentía repulsión por lo que hacía, sin mucho tacto ni paciencia Angee comenzó a acariciarle los senos desde la espalda y a besar su cuello apasionadamente, subiendo los besos hasta el lóbulo de su oreja-  Gime, sabes que te gusta –la mujer lo hizo, sin cambiar la expresión de su rostro lo hizo, podía oler el peligro en la colonia de aquella mujer que jamás había visto en aquella casa, Angee la ayudo a acelerar los movimientos hasta que los gemidos se hicieron verdaderos, tomó la mano libre ajena y la colocó sobre su pecho, enseñándole como se masajeaba-  No te hagas la ingenua, es como si te masturbaras a ti misma –la mujer suspiro, todo lo que hacía obtendría su frutos, el amor de Nathan.

Comenzó a acariciar los senos ajenos, pellizcando los pezones, como si estuviese empezando a excitarse, Angee sonrió, no estaba mal para una homofóbica, ayudó a la mano a descender, notó la renuencia en lo tensa que ponía la mano, aumento la fuerza hasta hacerla descender, la hizo desabrocharle los pantalones y dejar al descubierto el hilo de encajes rojo que tenía aquel día, llevo la mano a la entrada de la vagina y dejo que la mujer con todo el asco que su cara podía expresar la masturbase, clavó los ojos en el hombre, sabiendo que no podía creer lo que pasaba ante sus ojos, permitió que la mujer la tocara toscamente, si así se masturbaba ella misma no sabía lo que era tener un orgasmo individual. Se acercó a ella besándola, sin importarle si le correspondía o no, la tomó del cuello fuertemente y continuo con aquella tarea, le quito mientras tanto el cuchillo de sus manos y lo apartó a un lado del escritorio, y de un momento a otro paró.- Me dijiste si mal no recuerdo que harías cualquier cosa por el amor de este hombre, pues llego la hora de demostrarlo cachorra, como sabrás, en este mundo la palabra tiene demasiado peso, y si decidiste irrumpir en esta conversación es porque creíste que podrías aportar algo más importante, así que haremos que eso sea cierto. Túmbate bocabajo –ordenó sin mucha paciencia, la castaña no obedeció a la primera, por lo que la rubia le otorgó una cachetada-  No repito las ordenes –la mujer estaba impresionada, ¿Dónde habían quedado los consejos para conquistar a su amado?- Por esa razón es que ustedes no son más que prostitutas, lo único que tienen son vagina y senos, el resto lo perdieron en cada polvo. Cuarta y última regla, jamás, escúchame bien, jamás haces caso de lo que te dice una mujer encuerada sentada en las piernas de tu hombre, porque si ella es capaz de aconsejarte de ese modo, cachorra, es porque es más que obvio que ella tiene aquello que tu no. –la mujer estaba contorsionada, no entendía del todo bien lo que estaba ocurriendo, aquellas palabras la estremecieron, la rubia la obligó a ponerse bocabajo sobre el escritorio, haciendo que sus piernas colgaran y su trasero se encontrara expuesto, llevo sus manos a él, abriéndole las nalgas, se notaba a kilómetros que jamás había tenido sexo anal-  Ahora un comentario de todo corazón, que no podía reservarme, si quieres que un hombre se quede contigo asegúrate de que eres todo lo que desea, y cuando digo todo, es que precisamente eres todas esas cosas que las demás no pueden, solo así, se marca la diferencia –tomó el cuchillo y comenzó a acariciarle la entrada del ano con la punta, dilatando su esfínter.
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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Dom Sep 21, 2014 10:19 am

Todo lo que estaba sucediendo allí era realmente increíble. Claro que si. Era increíble como era Angee, era increíble como podía manejar y dominar a la otra mujer con tanta facilidad y también era increíble que Katherine fuese lo suficientemente estúpida como para seguir los consejos de una mujer como Myeers casi sin titubear... Aunque a leguas se notaba que el hecho de sentir como otra mujer la estaba besando y manoseando no le gustaba para nada. La incomodidad de la castaña, solo hacía que el rubio sonriera con satisfacción por todo lo que Angee hacía con ella. Siguió observándolo todo con la mayor de las atenciones. Sin decir una sola palabra, tan solo haciendo que sus ojos verdosos estuviesen clavados en aquella dulce escena.
Las cosas continuaron su curso hasta que Angee sacó un cuchillo. Nathan arqueó una ceja. Momentáneamente se le vino a la cabeza otra vez la imagen de la chica a la que había matado hoy. Pues esa misma imagen y esa misma expresión se encontraban en la faz de Katherine cuando vio el arma en manos de Myeers.

El joven siguió observándola. Vio como ella comenzaba a masturbarse intensamente con el mango del cuchillo, bajo las peticiones y las órdenes de Angee. Y eso aumentaba su expresión de placer, así como también aumentaba su incomodidad y más cuando Myeers se dedicó a apretujar y manosear los senos de ella. Y por mucho que Katherine quisiera negarse a lo que estaba sucediendo, lo cierto es que le estaba gustando porque pronto gemidos auténticos salieron de entre sus labios y no fingidos como hasta ahora mientras él seguía observando todo atentamente. Aquellas imágnees lo estaban excitando sobremanera y la erección en sus pantalones parecía querer reventar de manera potente, destrozando la tensa tela del bulto en su entrepierna. Pero no hizo ninguna acción, siguió observándolo todo mientras sus manos continuaban entrelazadas. Sonrió un poco de costado cuando Angee mencionó que hombres como él eran los hombres que les gustaba que las mujeres pensasen. Cosa que era más que cierta. No había nada que Nathan odiase más que una mujer en la cama que no supiera como imprimirle creatividad a la cuestión y esperaba que lo hiciera todo él. Daba la casualidad que Angee no parecía ser de esas mujeres, así que eso eran como mil puntos más a su favor. Se mordió el labio inferior al lograr ver con más detalle como la "cachorra", como la llamaba la rubia, le mostraba su humedad y como comenzaba a masturbarse con el mango frente a sus ojos. Por Dios. Si, se notaba lo caliente y húmeda que Kath se había puesto aunque al lado racional de su mente eso no pareciera gustarle. En cierta manera, le recordaba a las mujeres que se violaba durante la Purga.

Entonces Myeers continuó siendo la directora de aquella obra y obligó a la chica a que le tocase y acariciase esos senos tan perfectos que tenía y luego que comenzase a descender lentamente hasta llegar a sus pantalones y terminar por despojárselos también. El joven arqueó una ceja cuando se dio cuenta de la pequeña tanga de hilo que ella llevaba, cosa que lo hizo relamerse y más aún se excitó y relamió cuando hizo que Katherine comenzase a obligarla a masturbarse. Todo se estaba dando demasiado perfecto y Nathan no recordaba haberse excitado tanto jamás con un espectáculo lésbico.
Nuevas órdenes llegaron y Nathan se hizo un poco hacia atrás para que ella tuviese todo el escritorio libre. Katherine obedeció sus órdenes y permaneció tumbada boca abajo. Angee fue hasta su trasero y abrió sus nalgas... Y jugueteó con el cuchillo en su mano. Nathan no tenía que ser un genio para dilucidar que vendría a continuación y la sola idea le encantaba. Ella emitió un sonido desde su boca que era una mezcla de grito y gemido cuando la punta del arma empezó a dilatar su trasero. Pero pronto el gemido desapareció y fue reemplazado solo por un grito de dolor, a medida que el filo iba dilatando el ano de la muchacha, e indudablemente, causando daño y estragos por toda la zona. La sangre no tardó en manar y en comenzar a descender por entre sus piernas, en pequeños hilillos. Entonces, para azuzar a Kath y "esperanzarla" le dijo con una sonrisa suave, e incluso dulce, en sus labios.
- Vamos, aguanta Katherine... ¿Crees que me gustan las mujeres débiles? Demuestra lo fuerte que eres. - miró a Angee, con cierta complicidad en su mirada, como indicándole que, cuando quisiera podía meter todavía más del cuchillo en el trasero de ella. Era una de sus putas de lujo, pero concentrada como estaba en hacer que la amase, había descuidado sus negocios y otras chicas la estaban superando con creces en ganancias. Demostrarle su "amor" esa noche a Katherine no sería ningún daño irreversible ni de gran magnitud para el negocio.
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Mensaje por Angee C. Myeers Dom Sep 21, 2014 2:00 pm

La rubia encaró una ceja mirándolo a los ojos, sabía que el hombre estaba centrado solo en el placer de la escena, se encogió de hombros, sabía que en aquella asociación él aprendería mucho de ella, después de todo no estaba tan demente como el mismo lo creía.- No cachorra, no te va a amar, no te ilusiones, serás una prostituta más que morirá en mi mesa. –su voz había dejado de ser inocente o amigable, podía sentir los escalofríos en la piel de aquella mujer, empezaba a escuchar los balbuceos que parecían ser súplicas- Vas a morir, y de la peor manera que se puede; en mis manos –comenzó a introducir el cuchillo dilatando su ano lentamente, se detuvo por un momento contemplando la zona, no permitiría que el hombre la penetrase aquella noche. Comenzó a mover el arma en el ano de la castaña, causándole cada vez más dolor, los gritos se escuchaban en toda la casa, escucho bajo ellos como tocaban la puerta, la voz de uno de los hombres preguntó si todo estaba bien. Giró el rostro para clavar sus ojos en el hombre, aquello era como la última vez que había cometido un asesinato, entonces se sintió alegre de estar allí, viva, como antes había estado.

Cambio de opinión rápidamente e hizo una incisión den la zona perianal de un solo tiro, el grito de la mujer fue profundo y estremecedor, ahora tenía un solo agujero en lugar de ano y vagina, la mujer se movía con fuerza en el escritorio, Angee comenzó a tener dificultades con la fuerza para controlar a la mujer hasta el momento en que se exasperó y la tomó del cabello golpeándole la cabeza contra el escritorio- ¿No harías cualquier cosa por su amor?... –giro el rostro para mirar a Nathan, como si fuera a explicarle algo, y así sería- Esa es la diferencia que encontrarás en mi, estas mujeres nunca irán más allá de los límites, así como ninguno de esos hombres de afuera, no saldrán de su zona de confort, en cambio mi zona de confort es todo ese espacio que ellos jamás pisarían. ¿Por qué voy a matar a esta mujer?, sencillamente no necesito una razón para ello, me provocó. –comenzó a masturbar el espacio que había hecho, en la intimidad de la mujer, la sangre salía a borbotones manchando todo lo que había a su paso.

Sintió como empezaba a perder la fuerza con la que peleaba, sabía que estaba perdiendo más sangre de la necesaria- Siéntete afortunada cachorra, estás muriendo de una manera en la que pocas lo hacen –hundió su mano en el hueco llevando el cuchillo más lejos aún, la mujer solo era capaz de soltar sollozos hasta el momento en que se desmalló del dolor, tanteo con el arma hasta atravesar lo que seguramente era el útero de aquella chica, sabía que no saldría de allí con vida, no recobraría el conocimiento si quiera, la tomó del cabello con fuerza y volvió a golpearla contra la mesa, le molestaba que hubiese perdido el conocimiento quitándole la posibilidad de ver aquel brillo desaparecer de sus ojos. Acarició la espalda de la mujer, sintiendo como las respiraciones eran cada vez más lentas, el corazón debía trabajar forzadamente, la sangre seguía escurriendo de sus piernas, era como una vaca en el matadero semidescuartzada. Angee sacó la mano ensangrentada y pasó la punta de su lengua por cada uno de sus dedos, recogiendo los frutos de su trabajo. Hizo ademán con la mano al hombre de que le permitiera un momento más.

Caminó hacia la puerta de aquella oficina y la abrió de par en par encontrándose con la cara de cinco hombres, entre ellos su amigo Nick con una cara de sorpresa que jamás le había visto, halo con la mano limpia al hombre más musculoso de ellos, lo atrajo hasta la habitación y cerró la puerta tras él no sin antes lanzarle un beso a cada uno de esos hombres que escuchaban pegados a la puerta interesados en lo que allí estaba ocurriendo. El hombre alto y musculoso miro a su jefe pidiendo una explicación, la rubia palmeo su espalda con camaradería- Necesito que te deshagas de eso –murmuró señalando el pedazo de carne en el escritorio, que aún respiraba. El hombre se cruzo de brazos dedicándole una vista a los pechos libres de la rubia, ella también los miró ¿acaso él nunca había visto unos, o unos tan liberales?. El hombre se encogió de hombros acercándose a la mujer para levantarla sin problemas, pero la mano de la rubia lo detuvo- Así no, primero necesito que saques mi cuchillo de allí -señaló el espacio entre sus piernas, el hombre giro el rostro impresionado hacía la rubia, ella encaró una ceja- Tiene un valor sentimental para mi –el hombre encaró una ceja y se colocó del otro lado, entre las piernas de la mujer, se agacho un poco hasta ver el mango del cuchillo entre los pedazos de sangre y carne, llevo su mano hasta allá, pero fue nuevamente interrumpido por la mujer que tomo su mano sacándola de allí- Que simple eres, querido. Dime una cosa, ¿de verdad deseas ser siempre uno más de las filas?, digo, no es que tenga nada de malo por supuesto, pero ¿no te gustaría resaltar entre ellos, tener la oportunidad de demostrarle a tu jefe que eres un poco más osado que ellos? –el hombre lo pensó mirando a Angee con aquella desconfianza que era la única característica que podía mantener con vida a cualquiera de los objetivos de la rubia, él como aquella mujer asintió, ella sonrió- Entonces sácalo de allí con la boca –la expresión en la cara del hombre fue traumática, el asco lo invadía, ella pasó uno de sus dedos por sus labios, acariciándoselo.- No necesito probar nada, mi tiempo de demostrar mi lealtad ya pasó y mi jefe sabe que estoy a la altura de lo que se espera de mi –la rubia se encogió de hombros una vez más negando ante aquello que decía- Estás equivocado, la lealtad se demuestra cada día, a cada acción, de igual modo no es lealtad lo que deseo que pruebes, si no que de verdad mereces un puesto en esta organización. Verás, planeo asociarme con Nathan, y haré una reforma en el personal, no creo que deba mantener a sujetos incapacitados de seguir cualquiera de las ordenes que se le de –el hombre negó con la cabeza- No he escuchado ninguna orden de la boca de mi jefe
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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Mar Sep 23, 2014 11:21 am

La descomunal carnicería que Angee Myeers estaba haciendo de aquella prostituta que era Katherine le estaba gustando a Nathan. Si, le estaba gustando demasiado. Mucho más de lo que quisiera admitir. Durante el momento en que ella jugueteó con el cuchillo en su intimidad y cuando terminó rajando desde la zona de su ano hasta su vagina, Rothschilde no mencionó nada. Sencillamente se quedó observando la situación, casi como si estuviese viendo una de las más entretenidas obras de teatro de toda la historia. Escucho sus razones acerca de que una mujer como ella no encontraría. Y eso era completamente cierto. No encontraría a una mujer como ella, claro está.
Vio como Kath se desangraba lentamente, como iba perdiendo sus fuerzas en cada hilo carmín que se desprendía de aquella herida y vio como Angee parecía disfrutar de todo de una manera perversa. Él también lo disfrutaba. Gustaba de presenciar esos actos de salvajismo y brutalidad casi inhumanos y, en varias ocasiones, en especial en Purgas, había sido activo partícipe de ellos. Cuando estuvo a punto de responder a uno de los comentarios de Myeers, ella le pidió que aguardara y abrió la puerta del despacho, haciendo que uno de sus hombres entrase.

Entonces Nate, mientras estaba sentado, oyó las pretensiones de la muchacha ¿Quería ser su socia? Arqueó una ceja. Brutalidad no le faltaba, eso era cierto. Y tampoco le temblaba la mano a la hora de asesinar a alguien... Pero Nate buscaba otra cosa para poner a alguien a su lado como socio. No era sencillamente llegar y hacer un par de cortes a una prostituta usando un cuchillo. Cierto, probablemente esa impresión fuese una de las mejores, pero también estaba el tema de la confianza. Nate necesitaba de alguien en quien pudiese depositar su confianza para ser su socio y que le interesase el bienestar de la organización tanto como a él... ¿Cómo confiar en que Myeers fuese la indicada?
Escuchó la cierta reticencia de su hombre a cumplir con la voluntad de Angee, voluntad que le pareció sumamente divertida, tanto que se permitió echar una sonora carcajada mientras daba unos aplausos ante la creatividad de la rubia.
- Bravo, bravo, Angee... Me sorprendiste como nadie me ha sorprendido en los últimos años. Muy bien. Hace mucho no me divertía tanto viendo un espectáculo de estas características.- miró a su subalterno con algo de reproche y lo señaló acusadoramente con el dedo - Y ustedes... Deberían aprender algo de ella. Cuando pido que se desolle y se descuartice vivo a un niño de cuatro años... ¡Es lo que estoy pidiendo lo que deben hacer, no poner un montón de peros para evitarse la faena! - bufó un poco y dijo: - Quítalo con la boca, adelante. No te hará menos hombre el hacerlo, por Dios.
El matón lo miró como sin poder creer que le diese la razón a Angee, pero una mirada fulminante de los verdes ojos del rubio Rothschilde fue más que suficiente para hacer que el tipo terminase bajando la mirada con sumisión y luego inclinándose y acercando su rostro hasta la zona de la herida, donde la sangre seguía manando, aunque el cuerpo estuviese muerto y donde el cuchillo estaba del todo clavado allí. No sin cierta expresión de asco, el hombre recogió como pudo el resbaloso y ensangrentado mango con la boca y tiró hacia afuera, extrayendo el arma de la carne. Luego se incorporó y dejó el puñal sobre el escritorio.
- Bien. Ahora retírate y llevate al despojo ese. - ordenó y el hombre terminó yéndose de allí, con el cuerpo de la mujer cargado sobre sus hombros. Nathan tomó el cuchillo entre sus manos y lo examinó con detenimiento. Era una pieza simple, pero letal, sin demasiados ornamentos, pero mataba y eso era lo que valía la pena. - Valor sentimental dijiste... ¿Esto tiene alguna historia que se deba saber?- preguntó curioso. Luego observó como el filo estaba casi totalmente rojo de la sangre. Sonrió de costado, abrió la boca y empezó a lamer el plano de la hoja, recogiendo toda la sangre que su lengua alcanzaba. Para una mente muy retorcida, quizá ese gesto fuera casi sensual. Cuando terminó con ello, volvió a dejar el arma en su escritorio. Miró a Angee a los ojos y dijo:
- Me impresionaste y sorprendiste, muy cierto. Pero no solo por ser despiadada, sino por tus pretensiones sobre la sociedad de la que acabas de hablar. Necesito a alguien no solo que tenga las características que me dijiste. Sino que sea de confianza. A alguien que sea capaz de hacer lo que sea por mi nombre, si se lo pido... ¿Cómo sé que tú serás precisamente esa persona cuando, sencillamente, nos acabamos de conocer?
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Mensaje por Angee C. Myeers Miér Sep 24, 2014 2:43 am

El espectáculo había terminado, al menos ese. La historia de la prostituta había acabado y una vez más Angee Myeers se sentía nuevamente aburrida, rodó los ojos cuando el hombre recogió con su lengua la sangre de aquel puñal, ella pensaba hacer exactamente lo mismo, definitivamente el hombre era sin duda el complemento perfecto a su mente retorcida. Miró de igual manera como él lo hacía al cuchillo, escucho sus palabras sobre el valor sentimental y ella asintió sonriente, como un niño cuando se le habla de su lugar favorito- Lo es. ¿Por qué?... -tomó el arma en sus manos, contemplándolo, recordando cada una de sus proezas cometidas con el- Es el cuchillo que utilicé en la primaria, la primera vez que asesiné. –confesó abriendo un poco de aquel corazón ennegrecido que poseía, necrosado de tantos años en los que se mantuvo oculto de la sociedad, cubierto por un manto de igualdad y estupideces que ella se había formado en la cabeza- Como había dicho anteriormente, siempre tuve esa necesidad de sentir la sangre escurrir en mis manos, mi madre lo sabía, y trató por un tiempo de ayudarme a llevar una vida normal, las razones por las que acepté las desconozco, después de todo a los cuatro años se hace lo que una madre dice sin contemplar ninguna otra posibilidad. Cuando entre en la primaria era una niña con gustos distintos, no me divertían las tiras cómicas como a los demás, yo disfrutaba de ver a los cuervos comer de la carroña, me gustaban aquellas películas prohibidas donde hombres y mujeres asesinaban porque tenían una manera de ver la vida muy distinta, y comencé a comprender que era una de esas personas. Aprendí que eso no estaba mal, simplemente era alguien con un punto de vista diferente; una visionaría que veía más allá de las fantasías, alguien capaz de comprender a aquello que todo el mundo catalogaba como locos. Entonces comencé a hacer todo aquello que me gustaba

Dejó el arma homicida en la mesa, aquella responsable de tanta creatividad, la que había expresado en obras todo lo que su mente había comprendido a su corta edad.- Una mañana un niño me tildó de monstruo –giró su rostro para clavar sus ojos en los ajenos como si él pudiese entenderla perfectamente- ¿Sabes lo que es que con siete años te llamen así?, seguro que si. La cosa es que eso lejos de molestarme me agradó, después de todo él junto con otros niños había decidido hurgar en mi bolso y encontraron un gato rajado -imitó con las manos la raja que había en la barriga del animal- Dijeron que no era normal, y me enviarían a donde me correspondía, con los locos, por ende yo lo envié a donde le correspondía: el cementerio, así que tomé el cuchillo con el que había abierto al gato y se lo clave en el ojo, le di vuelta y me quede allí contemplando cómo salía la sangre. Esa fue mi primera visita a una estación de policía. -dirigió la mirada al cuchillo, como si se tratase de un cómplice.

Sacudió la cabeza, buscando concentrarse en el tema de importancia de aquel momento, camino hasta el hombre y decidió sentarse en sus piernas, aún con los pechos descubiertos, llena de sangre, con el pantalón abierto. Colocó una pierna a cada lado de su cadera y acarició la barbilla del hombre, le resultaba atractiva a pesar de todo- ¿Cómo saber si soy esa persona en la que puedes confiar?, simple, las hermandades se forman entre personas que persiguen un mismo objetivo, trazan un mismo camino y creen en ideales iguales, y esas son tres cosas difíciles de encontrar en una sola persona, y nosotros las estamos viendo en el otro. ¿Cómo lo sé?, porque jamás vi a nadie lamer un cuchillo empapado de sangre con el mismo gusto y empeño que habría puesto yo en ello, eso me demuestra que tu y yo creemos en lo mismo, por ende podemos creer en el otro. El tema de la confianza está demasiado trillado, pero te diré algo que me enseño el tiempo, nada une más que los ideales y el sexo, y podemos compartir ambas cosas –comenzó a bajar los dedos por el cuello del hombre, el episodio con la prostituta la había excitado, aunque no podía decir que no lo estuviese ya cuando el rubio clavó sus ojos en ella y se descubriesen ambos tan sensuales.

Terminó por quitarse la chaqueta completamente, descubriendo su piel perfecta, pura, sus enormes pechos estaban allí a la disposición del hombre, se pegó un poco más a su cuerpo, para que ellos se rozaran con la tela de su camisa, miró sus labios sin ocultar el deseo que estaba sintiendo, ¿Qué más se podía esperar después de aquella ínfima demostración de lo que ella era?, le faltaba conocer eso por lo que era menos popular. - Existen muchos locos en el mundo, el ochenta por ciento de ellos padecen problemas de autoestima y lo único que conocen es la autocompasión, quince por ciento del restante creen estar enfermos por sentirse más malos que los demás pero no matan ni una mosca, y el cinco por ciento está en la calle escondiendo tras una vida normal una pasión desenfrenada por la muerte, y yo al igual que tu pertenecemos a ese cinco por ciento, por ende mi búsqueda termino, ¿Y la tuya? –rozó sus labios sobre los ajenos con alevosía, mirándolo a los ojos con ese destello de lujuria tan característico de ella, comenzó a desabrochar el botón de la camisa ajena casi en automático, sintió la necesidad de indicarle como le gustaba el sexo, pero espero a que él la sorprendiese así como ella lo había hecho.
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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Vie Sep 26, 2014 2:56 am

Nate escuchó atentamente la historia que Angee le contaba. Quizá muchos consideraran cosas como esas como simples bravuconadas y fanfarronadas que posiblemente jamás se llevaron a cabo. Pero Nate no. Sabía que no. Sabía que todo lo que le estaba contando Myeers en ese momento era cien por cien verdad. Luego de lo que vio con lo de Katherine, no dudaba que ella fuese más que capaz de hacer todo lo que le contaba. Y, en cierta manera le recordaba a él. A su primer asesinato y a su primera violación, hace tantos años ya.
Dejó que Angee se acomodase en su regazo y su vista no pudo evitar bajar hasta esos enormes y deliciosos senos. Se mordió el labio inferior. Así, tan entregada, ensangrentada, le parecía todavía más hermosa de lo que le había parecido antes y eso ya era decir. Se relamió un poco más para después escuchar lo que seguía diciendo, el por qué debía confiar en ella... Y lo cierto es que sus argumentos eran bastante convincentes. Los dos tenían los mismos objetivos. No sencillamente ser señores del crimen de Nueva York, sino satisfacer su sed de sangre y de muerte. Satisfacer aquella pasión por la destrucción y los asesinatos y la maldad que lo dominaba. Lo que su corazón pedía a gritos era pintar todo de negro, acabar con la felicidad de los demás y disfrutar el sufrimiento ajeno. Y sabía que tenía en común eso con Myeers. Acercó su boca a la ajena y la besó apasionadamente, completamente caliente y excitado por lo sucedido con la prostituta y por toda la historia que Angee le había contado y que le había gustado especialmente.
- Tu historia es conmovedora.- dijo con cierta ironía ante aquella última palabra y luego soltó una carcajada suave para decirle: - Yo también tengo una historia. Nací en una familia muy rica. De los más importantes financistas de los Estados Unidos. Pero desde pequeño siempre sentí cierto morbo y atracción por lo oculto y lo prohibido. Cuando tenía 5 años asesiné al perro de un compañero del pre-escolar, envenenándolo con unos productos que mi madre utilizaba para la limpieza. El niño nunca me cayó bien y siempre se burlaba de mí, así que un día lo invité a propósito a mi casa, con su asqueroso perrito... y terminé por asesinarlo. A él lo golpeé brutalmente, lo máximo que pude y mis padres tuvieron que separarnos. Naturalmente, salí bien librado debido a la influencia de mi familia y a mi edad, pero desde ese instante, los estúpidos de mi familia intentaron tratarme por todos los medios. Psicólogos, psiquiatras, todo lo posible. Pero nada de eso me importaba. Pasaron los años y los incidentes empeoraron. Cuando fui adolescente, había una chica que me gustaba. Me gustaba muchísimo, en la preparatoria. Pero, se me negaba... ¡Se me negaba! - echó una carcajada como si la sola idea le fuera muy divertida. - La secuestré y la llevé a una vieja casa de mi familia que se utilizaba poco y nada. Allí la torturé durante días. El cuchillo iba y venía por todo su cuerpo, hacía que la sangre manase de la manera más abundante posible, aunque cuidándome de no causarle la muerte. La violé. La violé repetidas veces. Una y otra y otra vez. Por todas partes... Ya había perdido la virginidad con una muchacha unos años mayor que yo cuando tenía doce años, pero mi recuerdo de esa vez con esta chica, fue algo así como mi verdadera primera vez. Oh sí, todavía escucho y recuerdo sus gritos de dolor y... me excitan. - se relamió con lujuria para después agregar - Una vez que la violé y me satisfaje de ella, de todas las formas posibles y profanándola por todos los lugares de su cuerpo, terminé por seguir torturándola. Corté su clítoris y la dejé sangrar abundantemente, le corté uno a uno los dedos de las manos, así como también la lengua y procuré apuñalarle los ojos... Y cuando ya estaba al borde de la muerte por la pérdida de sangre y el dolor, acabé con su vida, degollándola como a un cerdo. Naturalmente, luego se descubriría el cadáver, pero el dinero y el apellido fueron suficientes como para cerrar permanentemente cualquier investigación. El fardo le fue echado a un pobre diablo negro que terminó con la inyección.

Los ojos de él se cruzaron profundamente con los de la rubia y sonrió. Había encontrado a alguien a quien había buscado todos esos años. Nathan era un hombre camaleónico y que podía pasar por sumamente agradable si quería. Pero había poca gente con la que podía ser auténtico, el maldito que era. Incluso sus autoproclamados "amigos" (que él consideraba más bien una especie de sirvientes) no podrían llegar a comprender la profundidad de su maldad y de su locura. Pero había encontrado a la persona que si podría entenderlo perfectamente, porque era igual a él en ese aspecto. En efecto, tal y como Myeers estaba sugiriendo su búsqueda también había terminado.
- Ahora me doy cuenta que mi búsqueda también terminó. Siempre quise tener a alguien con la que compartir esta sed de sangre. Ésta pasión por el sufrimiento de los demás... - sonrió de costado para decir - Angee Myeers, serás mi nueva socia. Pero no. No solo serás mi socia en esto, en la banda. Sino en todo: compartirás mi cama cada noche, las atrocidades que cometamos en la Purga serán en conjunto, si alguien te amenaza también me amenazará a mí y viceversa. Y juntos cubriremos de terror a Nueva York.
Dejó que ella le desabrochase el primer botón de la camisa. El chico echó una mirada al escritorio y allí vio el brillante y afilado cuchillo, se mordió el labio inferior y extendió una mano, tomándolo. En ese momento puso la punta del arma sobre uno de sus propios brazos y hundió la punta, que atravesó la tela de la camisa y la carne. Hizo un gesto de dolor, pero no le importaba, en ese momento rasgó, provocando una herida sangrante en su antebrazo. También tomó el brazo de Angee y repitió la operación en ella. Luego acercó su herida sangrante a la de ella, y ambas laceraciones entraron en contacto. Los ojos verdes de Nathan brillaban de excitación.
- Mi sangre es tuya, y la tuya es mía. Así será hasta el fin de los tiempos. Tenemos un pacto. - dicho esto el joven llevó su herida a la boca de ella y la puso allí, haciendo que la sangre cayese entre sus labios, él tomó el brazo de la chica y dirigió la zona lastimada a su propia boca, succionó la sangre que salía de la herida e incluso lamió hasta casi meter la lengua en la lastimadura, como buscando paladear el sabor de la carne, no solo de la sangre. Mientras tanto su otra mano abandonó el cuchillo arrojándolo al suelo, y se dirigió hacia el pantalón medio abierto de la mujer, metió mano en la zona de su entrepierna y comenzó a masturbarla, haciendo que dos de sus dedos entrasen profundamente en sus labios íntimos, mientras con el pulgar buscaba su clítoris, hasta dar con él y comenzar a estimularla de esa manera, mientras seguía bebiendo su sangre.
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Mensaje por Angee C. Myeers Miér Oct 08, 2014 2:18 pm

Angee Myeers acaba de encontrar aquello que había esperado durante mucho tiempo, no podía negar que Ivanovic hubiera sido un excelente comienzo, pero en ocasiones su visión se había quedado corta en comparación a la ajena, la rubia esperaba que este pacto resultase mejor. Bebió de la sangre del hombre, aquello era completamente perfecto, él parecía tener esa visión, esa necesidad que tenía ella y sobre todo aquella peculiaridad para expresar su arte.- Bienvenido al infierno, Nathan. –Estaba segura que él no tenía ni la más remota idea de en lo que se estaba metiendo, nadie con cinco dedos de frente ofrecería tantas cosas a una psicópata para quien la palabra tiene tanto peso, como lo es para Connie. Borró todos esos pensamientos en el momento en que el hombre introdujo la mano en el pantalón ajeno, ¿Quién decía que el amor movía al mundo?, esto era lo que lo movía en realidad, las buenas caricias, el buen sexo y por supuesto, la venganza, en ninguna de ellas estaba inmerso aquello que llamaban amor. Entrecerró sus ojos disfrutando de aquello que el hacía mientras bebía aún de la sangre del hombre, acaricio el brazo ajeno llenándose un poco de sangre, sonrió con los ojos aún cerrado y pasó su dedo índice por la herida ajena. Llenándolo también de sangre para después dirigirlo a sus labios y pintárselos literalmente de rojo sangre- Siempre me ha parecido que este es el color que mejor me luce -estalló en una carcajada abriendo sus ojos para mirar al ajeno.

Su columna se enderezó en un espasmo soltando un quejido de placer ante los traviesos dedos que estaban invadiéndola, no le interesaba si todos los trabajadores se enteraba de que ella estaba disfrutándolo, posiblemente la mitad de las críticas no fuera más que envidia. Llevo una mano a recorrer las curvas de su cuerpo, no controlaba muy bien sus movimientos estaba sumida en aquella combinación de placer que representaban las caricias que aquel mágico dedo exploraba su interior, soltó un gemido al sentir como el dedo resbalaba en su lubricada cavidad, esperó que ninguna otra mujer interrumpiese aquello, de lo contrarió terminaría comiéndosela viva.

Angee se mordió el labio inferior mirando a los ojos del traficante que estaba a punto de hacerla enloquecer, pero aquello estaba empezando, y así como él estaba demostrando ser bueno ella haría exactamente lo mismo. Lamentó tener que abandonar su posición pero se levantó echándolo un poco hacía atrás, desde pequeña había desarrollado su fuerza a través de la casa de animales, y su particular forma de acabar con cada una de sus vidas, fue inevitable para ella contornearse como si bailara acomodándose entre sus piernas, le beso apasionadamente intentando que sintiera el mismo deseo que él despertaba en ella, descendió los besos por la barbilla, el cuello, llegó al pecho, continuó por los brazos llegando a la mano, besando poco a poco hasta encontrar el dedo que había introducido en su interior, lo lamió eróticamente, con la intención de enloquecerle sin quitarle la mirada de los ojos, limpió por completo el dedo y pasó directo al abdomen hasta llegar al bóxer que mantenían ocultad su virilidad, podía calcular un tamaño perfecto por la erección que dejaba ver las telas, con ambas manos de deshizo de el liberando al animal que ansiaba conocer desde el fondo de su ser.

- Eso si te digo, Natha, la única manera en la que se sale de este infierno es estando muerto - inquirió con una sonrisa al tiempo que dejaba a sus labio recorrer la zona alrededor de su miembro, podía sentir lo caliente que estaba sin rozarlo si quiera, expedía ese aroma a sexo que tanto deseaba, sabía de buena fuente que aquello a más delicado más excitante resultaba, continuó con sus besos por la zona vecina, dedicándose a cada parte hasta llegar a los testículos, esa zona mágica que junto con el pene conformaban la virilidad del hombre, le contemplo por un momento y llevo a su boca el dedo índice para ensalivarlo y luego pasarlo lentamente por uno de sus testículos de manera circular solo rozándole, levantó la mirada clavándola en sus ojos y se mordió el labio inferior, agacho la cabeza y comenzó con la punta de su lengua un juego de círculos infinitos en la zona que ya su dedo había recorrido, no perdía el contacto visual con el hombre por nada del mundo, no quería perderse ninguna expresión de satisfacción que hiciera mientras ella estuviera allí, además que sabía el contacto mantenía mejor aún la tensión entre ellos.

Mantuvo los ojos en los ajenos, el contacto visual le daba cierto erotismo que ninguna otra cosa podía darle, se acarició el cabello demostrando su superioridad ante todas aquellas mujerzuelas con las que pudiese estar revolcándose, el cuerpo escultural de Angee le ayudaba mucho en ello. Se mordió el labio con una sonrisa erótica en el rostro como si le sugiriera que se preparase para lo que venía. Bajó la cabeza y beso directamente el glande, sintió como vibro y comenzó a pasarle la lengua con suma delicadeza trazando círculos y figuras amorfas sobre el compaginando sus labios con los movimientos que su lengua hacía, era lo suficientemente habilidosa como para no necesitar las manos, envolvía el miembro con su lengua fácilmente recorriendo placenteramente cada rincón de este, quería que el vampiro delirase y estaba segura de ir bien encaminada.

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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Mar Oct 21, 2014 2:33 am

¿El Infierno? Nate no pudo evitar esbozar una sonrisa muy leve en sus labios cuando ella mencionó eso. Él era el señor del infierno, no le importaba. Estaba tan sumido en el infierno que absolutamente ninguna actitud que Angee tomase, por demencial que ésta fuese, lo sorprendería. Y ésto era así porque... Él también tenía una propensión bastante grande a adoptar actitudes demenciales, de manera que en eso estaban bastante igualados. Nathan sinceramente no creía que mucha de la maldad y crueldad que la mujer pudiese demostrar podía llegar a asustarlo o perturbarlo de alguna manera. La sola idea quizá terminase demostrándose estúpida.
Dejó que ella se alejase mostrando otra posición y se deleitó en el tan erótico y fantástico baile que Angee se estaba sumiendo. Lo cierto era que el muchacho Rothschilde veía con deleite cada pequeño movimiento de aquella rubia. Era la rubia musa. Una señora de la lujuria y del erotismo. Era una diablesa. Una verdadera diablesa, nadie podía negarlo. Y, a alguien como él, eso lo enloquecía. En verdad la tensión sexual era palpable. Myeers lo ponía caliente. Oh, por supuesto que sí, lo ponía a más no poder. Se mordió con ligereza el labio inferior, relamiéndose de manera sensual y lasciva, y más todavía cuando la chica empezó a besarlo y luego terminó lamiendo y succionando el dedo con el que la había masturbado de la manera más erótica posible. Todas esas sensaciones se arremolinaban en el interior de su cuerpo y hacían que su temperatura corporal aumentase considerablemente, al igual que sus ganas de penetrarla profundamente y no dejarla ir en toda la noche.

Sonrió con amplitud cuando ella le confesó que de ese infierno solo se salía estando muerto. Era exactamente lo que él pensaba, pero con referencia a ella. Se relamió muy suavemente para después mirarla. Era hermosa. Indudablemente era de lo más hermosa. Emitió un suave gemido cuando ella comenzó a acariciar sus redondos y cargados testículos con un dedo ensalivado, de manera trémula, tentadora.
- La única manera de salir... Si, te comprendo muy bien. Porque créeme que estás en la misma posición, Myeers. Me estás gustando demasiado. Demasiado para ser sano para ti.- una sonrisa perversa adornó sus labios y después el joven se estremeció. Disfrutó terriblemente cuando ella lamió su glande rojo, hinchado y brillante por su preseminal.
La calidez y humedad de la lengua de la muchacha era prodigiosa y se movía cual serpiente enroscándose en torno a su dura y tiesa verga. Le estaba otorgando un placer que pocas bocas le habían otorgado jamás. Oh si, si mantenía a Myeers con él y la metía en su cama con regularidad, sin lugar a dudas disfrutaría enormemente. Parecían estar hechos el uno para el otro. Fuego, locura, maldad, placer, sangre... Todo era único. Todo lo sentía único. Nathan echó un delicioso gemido y comenzó a moverse de manera que su gran polla empezase a refregarse tranquilamente y de manera perversa contra los labios de la muchacha, así como contra su mentón y mejillas, refregando su potente virilidad contra su rostro.
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Mensaje por Angee C. Myeers Jue Oct 23, 2014 2:01 am

Sus movimientos eran cada vez más directos y precisos, ya tenía la virilidad del hombre completamente en su boca, se la introducía con facilidad, como si aquello fuera una cosa de todos los días, no perdía el contacto visual en ningún momento, sabía que aquello resultaba muy excitante. Lo sacó de su boca dejando un hilo de saliva que iba del glande hasta sus labios y lo besó una vez más mirándolo a los ojos, había demasiado previo entre ellos, debía admitir que empezó en el momento en que ella se abría la camisa para él, espero que el hombre –como todo los demás- se hubiese abalanzado a tocarla, pero él había sido un poco más inteligente y lo había llevado todo a otro plano.

Lamento que la mujer enamorada del traficante no se hubiese divertido con el preámbulo, si hubiese sido menos necia la rubia le hubiese otorgado más orgasmos de lo que ella hubiese tenido en toda su vida. No podía negar que más que excitarla el momento carnal apertura del sexo, la excitaba la negativa de aquella joven y el encanto del hombre ante aquello, sabía que sumida en su infierno tendría oportunidad de darle los espectáculos que ninguna otra mujer haría. Sonrió al escuchar al hombre ¿en que cabeza cabía aquello?, encaró una ceja mordiéndose el labio inferior, el hombre después de todo no la conocía por completo. Se levantó sensualmente llevando sus manos al pantalón cuando estuvo por fin erguida, era el momento de descubrir todo su monumento. Apreciaba mucho la creatividad del contrario, después de todo el sexo era como la muerte, una historia que se contaba a través de cada caricia, cada movimiento.

Se deshizo por completo de la ropa, quedándose completamente desnuda ante él, lo contemplo por completo, deleitándose, como si estuviese a punto de guardar aquella imagen para sí- ¿Sano?, ese es un término que desconozco Nathan, a mi me gusta todo aquello que puede ser nocivo para la salud, entre esas cosas; tú –se acercó a él hasta quedar con su trasero pegado al escritorio, dedicó una mirada a su oponente retadora, así era ella. Ansiaba que las manos de aquel hombre fueran pacientes, supieran hurgar bien el cuerpo de una dama como ella, alguien insaciable a quien aún nadie a pesar de la extensa gama que la han tomado había logrado satisfacer de una forma extraordinaria. Angee sabía que era adicta al sexo, una psicópata empedernida que podía pasar toda una eternidad amarrada a una cama recibiendo comida y penetraciones hasta más no poder, segura de si misma, entregada al placer incluso capaz de dárselo a una mujer, lo disfrutaba todo, los besos las caricias, la penetración para ella cada detalle por más mínimo que fuera en la cama era importante, le gustaba que no dejaran ni una parte de ella por satisfacer. Dejo que por la curvatura de su boca se asomara una sonrisa lujuriosa.

Puso la punta de su dedo en sus labios y los recorrió con delicadeza introduciéndole sensualmente en su boca como símbolo de que les deseaba. Lo sacó casi imperceptiblemente para pasarlo por el oído del hombre, haciendo un recorrido, descendiendo por su cuello, sus hombros no sin pasar por sus pectorales deteniéndose en el botón de su pantalón. Noto como su virilidad se erguía más, estaba segura que explotaría pronto, le mordió el cuello como si quisiera comerlo. Angee sintió como un espasmo en su interior la excito recorriéndole desde el interior hasta los músculos exteriores de su vagina, tubo la necesidad de frotarse las piernas con sensualidad para sentir un poco de gusto en ellas, ocasionando que dos de los dedos del hombre se situaran en su entrada y notaran el calor que empezaba a desprender de ella. Dejó que sus labios pasaran por el cuello de Nathan sintiendo la calidez de su sangre, su instinto estaba al máximo, cada vez las pulsaciones iban acelerándose y ella podía sentirlo, el aroma a sexo podía olerse a cuadras de distancia, y eso le excitaba más aún, saber que tanto hombres como mujeres fuera la habitación estaban deseando ser parte de ello la excitaba mucho más “Eso también tendrá su momento” pensó, inconscientemente se mordió el labio con deseo, necesitaba un hombre que la hiciera suya con fuerza, que se impusiera a la hora de tomarla para él, y si este resultaba ser bueno en lo que había podía tenerla cada vez que quisiera.

Abandonó suavemente su posición, quería conocer un poco más de aquello que él había dejado rondando en su memoria, ese gusto insano que estaba comenzando a sentir por ella, miró fijamente el cuchillo en el escritorio, como si este la estuviese llamando, sugiriéndole una prueba, era del tipo de mujer que en lugar de esperar demostraciones de amor, media su gusto en niveles de violencia. Se acercó al escritorio tomando una vez más el cuchillo con el que anteriormente había destrozado a la mujer que tuvo la oportunidad de disfrutar de sexo real. Pasó la punta de su lengua por la hojilla, como si con ello estuviese dedicándole afecto, desvió la mirada a los ojos del hombre- ¿Por qué no me demuestras ese gusto insano que estás sintiendo por mi? –encaró una ceja mirándolo a los ojos, se giró sensualmente apoyando su torso en el escritorio, dejando expuesta su vagina ante él, en la misma posición que antes había estado la castaña, giró su rostro para mirarlo de reojos y se mordió los labios, esperando que aquellas fueran directas suficientes para él.
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Mensaje por Nathan P. Rothschilde Lun Nov 03, 2014 11:35 pm

La mujer era invitante, de eso no cabía duda. Angee Myers invitaba al pecado y al deseo. Era una de las personas más jodidamente sensuales que había encontrado en la vida y el simple toque de ella servía para hacer que la sangre se le acumulase en la entrepierna y su miembro se pusiese cada vez más grande y rígido. Cuando estuvo totalmente desnuda para él, el joven se la quedó observando. Ella era un espectáculo, un espectáculo verdaderamente digno de ver, casi mejor que cualquier otra mujer con la que se hubiera tropezado antes. Evidentemente, a la larga tendría que terminar agradeciendo el hecho de que la hubieran llevado ante él. Quizá el contacto que la había tomado necesitase un ascenso por llevarle tan buen... material. Material que le sería útil en muchísimos aspectos, lo que sucedió con la muchacha hace poco había sido una prueba más que cabal de esto.

Ella terminó exponiendo del todo su vagina para él, totalmente desnuda y le dirigió aquellas palabras eróticas, sensuales... Nate se mordió levemente el labio inferior y se incorporó, observando a la joven en todo su esplendor.
- Te lo demostraré, no te preocupes. - sonrió y empezó por desnudarse del todo él, hasta quedar sin una sola prenda encima. Su cuerpo, musculoso y fornido era prácticamente tan perfecto como el de Angee, claro que desde una perspectiva masculina, en vez de femenina, y el pene, que se alzaba duro, erecto y orgulloso, excitadísimo ante la perspectiva de follarse a tan potente mujer era una oda a la virilidad, en conjunto con todo su cuerpo.
Pero no iba a ser suave con ella. Quería que le demostrase como era y eso haría, se la follaría de la manera que se follaba a las chicas que violaba, con la diferencia de que procuraría que, en este caso, el goce fuera mutuo y no simplemente suyo. La rubia se merecía también su placer. Sonrió con malicia y se acercó a ella, la tomó de los muslos con fuerza e hizo que separase ampliamente sus piernas, mostrando todavía más su feminidad. En ese momento y sin miramientos, dio un profundo empujón con su cadera y su verga entró, centímetro a centímetro, en aquella mojada cavidad, prácticamente de una única y violenta embestida.

Se inclinó sobre el cuerpo ajeno y sus manos comenzaron a tocar y manosear los pechos de la muchacha, pellizcando los pezones con fuerza. Le besó y mordisqueó el cuello, dejándole marcas del paso de su boca por su piel, todo esto mientras se movía de atrás hacia adelante, penetrándola sin miramientos una y otra vez, perdiéndose en la calidez de la intimidad ajena y en lo apretado de sus paredes vaginales. La poseyó sin piedad, cada vez lo hacía más duro, más rápido y fervientemente. Consideraba que aquellos que eran suaves en el sexo, eran unos blandos para la vida en general, por ende el casi nunca era suave o dulce en en ese ámbito (y en casi ningún otro). Siguió penetrándola, como si su vida dependiese de cada uno de esos movimientos pélvicos que hacía. Su boca terminó dirigiéndose a los senos de la joven, los cuales besó con pasión, lamió y mordisqueó con fuerza. En un momento, succionó profundamente sus pezones y los atrapó entre sus dientes, casi hasta probar el sabor de la sangre de la presión que ejerció con ellos.
Su mano buscó la mano de la chica que sostenía el cuchillo y terminó por arrebatárselo. Clavó el filo del arma en el brazo sano de la joven (aunque provocándole tan solo una herida superficial como en el otro, no quería herirla de gravedad ni mucho menos, solo ver correr más sangre) y lo deslizó un poco hacia arriba, provocando una larga, pero poco profunda abertura que empezó a sangrar. Acercó su boca a la herida y volvió a lamer la zona con la sangre, recogiéndola otra vez en su boca y luego compartiéndola en un beso obsceno y sumamente perverso.
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